Fantasías Sexuales: Nuestro cuerpo y nuestra mente

Las fantasías sexuales, son producto de nuestra imaginación, suelen iniciarse en la infancia y van evolucionando hasta la edad adulta.

Diversos investigadores y personajes de la talla de Sigmund Freud, consideraron las fantasías sexuales como predoctoras de patologías mentales o de comportamientos criminales. Lejos de la patología, la realidad es que casi todo el mundo tiene y que éstas nos ayudan de muchas maneras. Aunque invariablemente surgen cuestiones tales como: ¿es normal tenerlas?, ¿son buenas o malas?, ¿de dónde surgen?, ¿reflejan perversiones o son deseos?

Las fantasías sexuales, son producto de nuestra imaginación, suelen iniciarse en la infancia y van evolucionando durante la adolescencia hasta la edad adulta, - desde ideas románticas, sensuales o radicalmente sexuales-.

Suelen basarse en experiencias reales, o bien nutrirse de otras fuentes. Pueden reflejar situaciones que hemos experimentado, otras son simplemente inventadas, algunas desearíamos llevarlas a la realidad, y otras que siempre estarán en nuestra imaginación.

Algunas fantasías son placenteras, otras excitantes y otras nos pueden resultar inadecuadas; todo depende de la interpretación que les demos y de los sentimientos que nos provoquen.

Muchas personas se sienten incómodas con sus propias fantasías, interfiriendo en su capacidad para disfrutar de la sexualidad. Pueden provocar vergüenza, preocupación o repugnancia; pero a la mayor parte de las personas les suelen resultar divertidas. Si pudiéramos analizarlas, nos daríamos cuenta, que no dejan de ser fantasías y de que podemos cambiarlas si no nos satisfacen.

Pero, ¿para qué nos sirven las fantasías?

- Inducir o incrementar el deseo sexual, tanto en solitario como en compañía.

- Reducir la ansiedad antes los comportamientos sexuales.

- Aumentar la excitación sexual.

- Introducir nuevos elementos en la sexualidad, -cambios de escenario, de pareja, de conducta...-.

- Evitar la monotonía y el aburrimiento.

- Relajarnos y escapar de la tensión e incluso para conciliar el sueño.

- Ensayar actividades sexuales que se desean realizar, o que no somos capaces de llevar a la vida real.

- Superar la inhibición sexual.

- Mejorar nuestra propia imagen.

- Borrar distracciones o presiones.

- Crecer nuestro placer sexual durante el sexo real.

¿Debemos compartirlas con nuestra pareja?

Las fantasías, en general, son privadas y no reales. Nadie tiene por que conocer su contenido ni el momento en el cual se producen y tampoco implican que debamos llevarlas a la realidad. Podemos cambiarlas, transformarlas, abandonarlas, fomentarlas, compartirlas con nuestras parejas o mantenerlas en secreto. Dependerá de cómo somos, de cómo sea nuestra pareja, de si deseamos llevarlas a la realidad o no... Nosotros somos los que las creamos, por ello somos los que decidimos.

Lo realmente importante, dentro del mundo de las fantasías, es que no debemos negarlas ni rechazarlas, ya que son parte de la esencia de nuestra propia sexualidad.

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