
Parece que la cultura nos enseñó que nuestros genitales son algo sucio, maloliente, que debe ser básicamente aseado propiamente, y eso es todo. Y como suele pasar, algunas mujeres son más proclives a hacerse cargo de esas ideas, pero otras se olvidan de ellas y avanzan con ánimo más exploratorio en la anatomía de su vagina.
Paradójicamente, o no tanto, los hombres no piensan así de las vaginas. Ellos tienen una imagen más positiva de "esas partes" que sus propias dueñas. A ellos les gusta cómo son, cómo huelen y el sabor que tienen. Y, convengamos, es una suerte, porque si los hombres pensaran como piensan algunas mujeres sobre sus vaginas, no se acercarían a ellas.
La cosa es que según un estudio de la Universidad de Indiana, las chicas que son más compinches con su amiguita, tienen más facilidad para alcanzar el orgasmo, por ejemplo, y una vida sexual, en general, más plena, que aquellas que andan pensando que llevan una cosa fea y sucia. Es bastante lógico.
Así es que una relación saludable con nuestras vaginas, consiste en términos generales, en poder nombrar las cosas por su nombre, poder explorar la zona (sí, puede ser necesario un espejo), poder tocarla sin escándalos y, por supuesto, aceptarla como es.
Después de todo, creo que se lo merece, por ser una gran compañera y la protagonista de enormes satisfacciones en la vida de cualquier mujer.
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