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Sí: hablamos de sexo. Hablamos de vosotros. Mucho más de lo que imagináis. Pero que no se os suba a la cabeza. Hablar de hombres no deja de ser una forma de explicar cómo somos y cómo nos relacionamos las mujeres. Sois el detonante de la intimidad femenina, que es mucho más compleja que la de los hombres.
Todo empieza en el instituto. Le confiesas a una amiga que te gusta ese chico que va dos cursos por encima de ti; ella sonríe y te cuenta que le va el amigo de su primo... Ya habéis intercambiado los cromos. Compartís un secreto. Seréis amigas para siempre. La misma historia se repetirá, con el paso de los años, en el gimnasio, en la barra del bar o en el despacho. Para que una conocida se gane el título de amiga, tienes que hablar con ella de chicos y/o sexo.
Si pudieras espiar estas chácharas te parecerían raras, descorazonadoras, asombrosas, guarras y, a ratos, aburridas. El sexo es una zona oscura y todo el mundo agita su linterna intentando no darse de bruces o, al menos, minimizar los resbalones. Cuando comparamos apuntes con nuestras amigas intentamos sacar conclusiones de cómo somos y qué buscamos. Si quieres sacarle partido a estas conversaciones, no te limites a intentar saber qué pensamos de los hombres. En cada frase se cuela nuestra concepción de la vida. Y ésa es la información que de verdad te servirá para acercarte a nosotras.
Sutiles, pero directas
A veces nos exaspera tener que ser explícitas para que vosotros nos entendáis. Si yo le pregunto "¿qué tal?" a una amiga que la noche anterior tuvo una cita, y después sonrío, no me va a hablar del restaurante al que fue. Sabe que hablo de sexo y puede confirmar mis sospechas diciéndome: "es muy cariñoso" o "es muy apasionado". Yo me he ahorrado tener que preguntarle si pasó algo y quedar como una cotilla, y ella tener que confesar que , efectivamente, se acostó con él. Todo ha sido más elegante. A partir de ahí, compartirá sus dudas sobre la actuación del chico y podremos hablar de lo que pasó sin sentir que estamos retransmitiendo una peli porno. Es cierto que somos sutiles, pero simplemente para ahorrarnos trámites innecesarios. Ésa es la base de la complicidad femenina.
En el caso poco frecuente, pero interesante, de que dos mujeres "coincidan" (que hayan acabado acostándose con el mismo chico en distintas noches), esta delicadeza también se aplica: "¿Qué te pareció?". Esto se pregunta como si se hubiera leído el mismo libro. ¿Las respuestas?: "no pude dejar de leer", "me lo terminé en un par de horas"...
No os creáis nada: por mucho que a la gente le encante decir que a las mujeres lo que nos gusta es el sexo con amor, lo que realmente nos gusta del sexo... es el propio sexo.
La regla de los dos días
Pongamos que tienes un "topo" que te informa de lo que ella dice de ti. Pongamos que habéis pasado una noche juntos, y que la crítica te ha aclamado. Puedes reaccionar de dos maneras: dándote un par de besos en el espejo, o volviéndote paranoico al pensar que ella va demasiado deprisa. Te equivocas en ambas conclusiones. Se trata simplemente de la euforia post-coito. Es lo que una de mis mejores amigas describe como "la regla de los dos días". Tras una sesión de sexo (a no ser que haya sido objetivamente desastrosa) tendemos a idolatraros. Si el tipo en cuestión no tiene mucho talento, en dos días se nos pasa. Si apunta maneras, puede tardar hasta una semana en caer en desgracia.
Para nosotras resulta agotador. La amiga "afortunada" se pasa una tarde entera hablando de ese chico tan maravilloso y, al cabo de 48 horas, vuelves a preguntarle por él y te contesta que "no había para tanto" o que "el otro día no te conté que tuve que pagar yo la cena". La coletilla final siempre es idéntica: "por suerte, no me ha vuelto a llamar".
La fama es efímera y una noche de pasión no consolida tu carrera como amante. En la siguiente cita tendrás que esforzarte mucho más: ya no se te perdonarán los errores de novato.
Somos unas copionas
La mayoría de vosotros habláis de sexo de una forma puramente cuantitativa: cuántas chicas, cuántos polvos, cuántos orgasmos... Nosotras, en cambio, nos enorgullecemos de lo locos que os volvemos en la cama. Es intangible, pero saludable para la autoestima. Cuando una de nosotras nos cuenta que él dijo que fue increíble, queremos saber cómo y de qué manera ella consiguió que lo fuera. Que el relato sea más o menos explícito queda al gusto de la consumidora. Normalmente se trata de explicaciones del tipo: "me moví así y le toqué ahí". El resto imaginamos un movimiento y un tocamiento que no tiene porque ser el que nuestra certera amiga perpetró. Pero ya tenemos información suficiente para adquirir nueva sapiencia... de la que tú puedas beneficiarte.
Si hacemos algo atrevido sexualmente, nos encanta que nos digáis que os ha encantado... y que al cabo de cinco minutos volváis a decirlo.
Dinámica de grupo
Nuestras conversaciones a veces son despiadadas y en ocasiones laudatorias. Pongamos que Ana se ha encontrado con un egoísta increíble que en cinco minutos ha rematado la faena y, entre ronquido y ronquido, le ha indicado la parada de metro más cercana. Revuelo en la comunidad femenina. Para consolar a Ana, todas explicaremos historias semejantes. Si cometiste algún error en el pasado, ahora será resaltado en letras de neón. Somos gregarias y tu historia es la que tenemos más a mano para dar fe de ello. Sin embargo, si Ana ha pasado una noche que acabó con una caja vacía de preservativos en la papelera, todas recordaremos nuestras pequeñas victorias. Si tuviste una actuación estelar, será tu momento. Sólo hay una excepción: el novio actual. "Él" (hasta que se convierta en ex) siempre lo hace todo bien. Todo. No soportaríamos estar con un hombre al que nuestras amigas no respeten.
No bajes nunca la guardia: cualquier error puede ser utilizado en tu contra (y estos delitos nunca prescriben). Eso sí, cualquier acierto se convertirá en tu indulto en el mundo femenino.
Somos espías
Te sonsacaremos cualquier información sobre lo que opinan tus amigos de nuestras amigas. Todas lo hacemos. Es justo y necesario. Si Ana se ve gorda, no dudaré en chivarle que tu amigo comentó que tenía un buen culo. Si tu amigo dijo que Ana no le interesaba y ella me habla de él, le diré que es un cretino y que no merece la pena. El gran drama puede venir si la otra me delata. Por ejemplo, si Ana le dice a tu amigo que yo te he dicho que tú me has dicho... ella y yo nos diremos de todo. Quizá te parezca adolescente, pero es nuestro código de honor.
Si quieres salvaguardar los secretos de tus amigos, no me los cuentes.
Nunca juzgamos
La empatía femenina es proverbial. Como decía al principio, hablar de chicos sirve para hablar de nosotras. Y, para entendernos, si Ana me cuenta que se sintió humillada porque un tipo le pidió sexo anal, pensaré que es un pervertido... aunque yo lo haya hecho la noche anterior con tres desconocidos. Yo puedo animar a Ana a que lo pruebe, pero él no puede presionarla de esa manera. Te puede parecer absurdo y, seguramente, el tipo no se hubiera atrevido a proponérselo si ella le hubiera hablado de sexo con la misma sinceridad que emplea conmigo, pero son cosas que no vienen al caso. Nos produce mucha curiosidad lo que ocurre, pero nos interesa mucho más cómo nos sentimos. El baremo no son las acciones si no nuestras reacciones.
Estamos convencidas de que vosotros no nos comprendéis como lo hacemos entre nosotras.
La historia interminable
La anécdota que un tío tarda un minuto y medio en explicar a sus colegas, puede significar para una chica una hora y media de animada cháchara. Le contará a sus amigas absolutamente todo: desde la ginebra que mezcló con su martini, hasta si le separó la silla de la mesa para que se sentara, pasando por cómo pidió la carne o la cantidad de orgasmos que tuvo y de qué calidad. Esto refleja la realidad sexual de las mujeres: todo importa, ningún detalle merece ser pasado por alto.
Cuando te explica esa pequeña pelea que ha tenido en el trabajo, lo hace como si fueras su mejor amiga (y espera que tengas la misma paciencia que ella).
Te está diciendo algo
Vuelve a casa echando fuego por la boca. Cuando se relaja un poco te explica que el novio de Ana ("¡ese cerdo machista!") la ha engañado con otro. Ha sido un auténtico escándalo. Ella y sus amigas llevan tres días dándole vueltas al tema. Lo han debatido tantas veces y de tantas formas distintas que, en realidad, no le importa lo más mínimo tu opinión al respecto (nos valemos y nos sobramos para diseccionar y analizar este tipo de historias). Lo que quiere saber es qué opinas tú sobre la infidelidad.
Lo mismo puede ocurrir si te cuenta que Elena hizo un trío el otro día. No te está pidiendo que disertes sobre la moralidad de su amiga. Lo único que quiere es conocer tu opinión sobre el juego a tres bandas. Pero cuidado: puedes estar a punto de caer en una trampa mortal. Tal vez espera que tus ojos se iluminen, y que cojas el teléfono raudo y veloz para pedirle a Elena que repita la proeza con vosotros... o quizás sólo está suplicando un "no necesito a otra mujer". Sólo hay una forma de desactivar la bomba: desenfunda tú primero y pregúntale que piensa ella sobre esa práctica.
Las historias de sus amigas le sirven para descubrir cómo actuarías tú en la misma situación. Mantente siempre alerta o caerás en la trampa.
No te metas nunca con su amiga
Ni siquiera si has visto como ambas se sacaban la piel a tiras en la plaza más concurrida de la ciudad. Evidentemente, si no quieres morir joven, tampoco optes por defender a su rival o por soltarle un ingenuo "no hay para tanto...". Limítate a intentar entender por qué tu chica se siente así o asá. Si das tu opinión, sé respetuoso. Nada de: "¡qué bien! ¡ya no tendré que aguantar que te pases dos horas colgada del teléfono...".
Después de leer este artículo, seguramente estarás más cerca de comprender la naturaleza femenina. Pero ten algo muy claro: nunca serás una mujer. No intentes intervenir en las dinámicas femeninas o saldrás escaldado.
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